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Me engañaste.
Me engañaste como lo hacen las manos de las ancianas bajo el delantal, me prometiste la eternidad de lo cierto, la dulce indiferencia de lo cotidiano
Me engañaste como lo hacen las manos de las ancianas bajo el delantal, me prometiste la eternidad de lo cierto, la dulce indiferencia de lo cotidiano
pero sigo aquí, justo aquí, igual que siempre; la pobre-niña-torrente, la que busca sin retorno, la que se despeña en cada exhalación
/me alimento de incertidumbre, construyo ciudades en el viento y yo soy esas ciudades que se marchan y ese lobo que me acecha en los portales.
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En mis sueños aún te nombro penosamente, como si de una orfandad infinita se tratase.
Cuando despierto doy de comer a los pájaros de mis heridas, me ordeno el cabello, juego a la eternidad.
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Tu rostro me arrastra al bucle fatídico de lo que no logré ser, y me muestra mi inconsistencia, la estúpida inconsistencia del viento que soy.
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Quizá no merezca una casa ordenada y un hombre complaciente, quizá este arroyo de sed incendiada sea lo único a lo que pueda aspirar.
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/No quiero volver al lugar donde los hombres valientes lloran.
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