sábado, 28 de marzo de 2009

.ceremonias.de.interior. (vol. 2.0)

.
Me engañaste.

Me engañaste como lo hacen las manos de las ancianas bajo el delantal, me prometiste la eternidad de lo cierto, la dulce indiferencia de lo cotidiano

pero sigo aquí, justo aquí, igual que siempre; la pobre-niña-torrente, la que busca sin retorno, la que se despeña en cada exhalación

/me alimento de incertidumbre, construyo ciudades en el viento y yo soy esas ciudades que se marchan y ese lobo que me acecha en los portales.
.
.
.
En mis sueños aún te nombro penosamente, como si de una orfandad infinita se tratase.
Cuando despierto doy de comer a los pájaros de mis heridas, me ordeno el cabello, juego a la eternidad.
.
Tu rostro me arrastra al bucle fatídico de lo que no logré ser, y me muestra mi inconsistencia, la estúpida inconsistencia del viento que soy.
.
Quizá no merezca una casa ordenada y un hombre complaciente, quizá este arroyo de sed incendiada sea lo único a lo que pueda aspirar.
.
.
/No quiero volver al lugar donde los hombres valientes lloran.
.

domingo, 22 de marzo de 2009

vol. 1.0

Confesión o invocación.
Canción de lluvia.


En pocos lugares he permanecido lo suficiente como para considerar que estuve. Excepto en ti.
Hablo de enamorarse como herida, como animal débil que tiembla desde el centro de la noche.

A algunos les quise. A otros, simplemente, les aprendí a querer. Pero tú me desangraste, me desangraste tanto que tuve que incrustar palabras en mis venas para sentirme viva.
Tú me hiciste escribir con el cuerpo, con la verdad.
Por eso habitas partes de mí que incluso yo desconozco, por eso eres sangre familiar, sacrificio nocturno.
Tu cuerpo, al que escribo cuando me busco, cuando busco mi voz y mis manos; lo he armado a base de estructuras de luz y depósitos de mí.
Ese cuerpo ya no es tu cuerpo. No tiene nombre.
Está hecho de una sustancia oscura y violeta. Cuando lo pulso brotan flores de carbón.

Me mezo en tu nombre para olvidar lo que soy.
En tus letras hiberno de mí y me guardo con cuidado del mundo, porque sólo allí encuentro la paz de los pájaros y me vuelvo inocente como el invierno.

Eres ese lugar sagrado de la noche donde los animales no mienten, donde me enfrento a la inmensidad de mi cuerpo y me vuelvo cierta, y me pronuncio.

Allí hay palabras prendidas en la luz y yo las busco y construyo ciudades en el viento.
Y yo soy esas ciudades que se marchan.

Cuando no logro escribir vuelvo a ese cuerpo sin nombre, lo recorro con cuidado, recorro sus perímetros, los zurzo con las lanas de mi vientre y las palabras nacen hacia dentro como lo hacen los objetos más bonitos de este mundo.

De ti fluyen las sustancias que cubren las cosas cuando llueve.

Todo cuanto nace de ti
se rompe y muere,
y yo lo recojo con cuidado
y armo poemas
como un niño juega con el barro.