Amo a las personas que no guardan para sí
ni una partícula de su espíritu.
FRIEDRICH NIETZSCHE
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Mi pequeña, tú que conoces la leche sucia de los días, la cólera interminable de la sed y te das con furia y fe y fuego y eres dulce manojo de vientos que no hace sino arder y tiritar;
mi pequeña, a estas alturas ya debes saber que hay personas en este mundo que te buscan que te hallan pues eres reclamo de incendios y catástrofes y noches convulsas y farsas
y tú, pequeña, te das, con bella devoción y obstinación, te das a todas las guerras te abres en todos tus frentes
/y sabes que nunca comprenderán la magnitud del viento, la belleza exacta de los árboles,
sus manos son torpes e incapaces y tú, aún así, las dejas humildemente buscarte, encontrar tu paz y tus estanques, pero no están a la altura, me repites, no conocen la ubicación exacta de tus notas, no tienen oídos suficientes ni manos ni luz
y entonces, para qué, te pregunto,
porqué juegas si conoces bien tus melodías y, siempre-metafórica, me hablas de tu réquiem, de tu jazz, y sabes que tienes el don de prender corcheas de la nada, porque estás en la música y eres todos los silencios de este mundo ardiendo precipitadamente sobre un gong.
No te rías, sé que juegas con ventaja, pero a veces caes y tú lo sabes caes porque buscas caes porque hay tantas cosas mediocres que te llaman y tú esperas, inocentemente, algo de baile de máscaras, una cierta sutileza en el viento, la elegancia de un acorde abandonado
pero nunca llegarán. La ciudad no se abrirá como un arpa sucia bajo sus pies. Nunca sentirán el blues de un ciprés agitado, la tierna materia del silencio de tu vientre;
y te das, digo yo, porque tienes demasiado por lo que arderte, porque eres Yerma y tus poemas se infectan dentro de tu cuerpo y tienen que salir de ti y sientes la dulce necesidad de mostrarte, y les bendices con tu lluvia de magias y ellos, estúpidos, no conocen cuántos cuerpos se quedaron en el camino esperando apenas una gota de tu sed,
ingenuos,
ojalá pudiera yo ser como ellos, ciego testigo de tu eternidad.
mi pequeña, a estas alturas ya debes saber que hay personas en este mundo que te buscan que te hallan pues eres reclamo de incendios y catástrofes y noches convulsas y farsas
y tú, pequeña, te das, con bella devoción y obstinación, te das a todas las guerras te abres en todos tus frentes
/y sabes que nunca comprenderán la magnitud del viento, la belleza exacta de los árboles,
sus manos son torpes e incapaces y tú, aún así, las dejas humildemente buscarte, encontrar tu paz y tus estanques, pero no están a la altura, me repites, no conocen la ubicación exacta de tus notas, no tienen oídos suficientes ni manos ni luz
y entonces, para qué, te pregunto,
porqué juegas si conoces bien tus melodías y, siempre-metafórica, me hablas de tu réquiem, de tu jazz, y sabes que tienes el don de prender corcheas de la nada, porque estás en la música y eres todos los silencios de este mundo ardiendo precipitadamente sobre un gong.
No te rías, sé que juegas con ventaja, pero a veces caes y tú lo sabes caes porque buscas caes porque hay tantas cosas mediocres que te llaman y tú esperas, inocentemente, algo de baile de máscaras, una cierta sutileza en el viento, la elegancia de un acorde abandonado
pero nunca llegarán. La ciudad no se abrirá como un arpa sucia bajo sus pies. Nunca sentirán el blues de un ciprés agitado, la tierna materia del silencio de tu vientre;
y te das, digo yo, porque tienes demasiado por lo que arderte, porque eres Yerma y tus poemas se infectan dentro de tu cuerpo y tienen que salir de ti y sientes la dulce necesidad de mostrarte, y les bendices con tu lluvia de magias y ellos, estúpidos, no conocen cuántos cuerpos se quedaron en el camino esperando apenas una gota de tu sed,
ingenuos,
ojalá pudiera yo ser como ellos, ciego testigo de tu eternidad.
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3 comentarios:
chapó.
y no lo digo por decir.
Me matas...
Exquisito.
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