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Me engañaste.
Me engañaste como lo hacen las manos de las ancianas bajo el delantal, me prometiste la eternidad de lo cierto, la dulce indiferencia de lo cotidiano
Me engañaste como lo hacen las manos de las ancianas bajo el delantal, me prometiste la eternidad de lo cierto, la dulce indiferencia de lo cotidiano
pero sigo aquí, justo aquí, igual que siempre; la pobre-niña-torrente, la que busca sin retorno, la que se despeña en cada exhalación
/me alimento de incertidumbre, construyo ciudades en el viento y yo soy esas ciudades que se marchan y ese lobo que me acecha en los portales.
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En mis sueños aún te nombro penosamente, como si de una orfandad infinita se tratase.
Cuando despierto doy de comer a los pájaros de mis heridas, me ordeno el cabello, juego a la eternidad.
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Tu rostro me arrastra al bucle fatídico de lo que no logré ser, y me muestra mi inconsistencia, la estúpida inconsistencia del viento que soy.
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Quizá no merezca una casa ordenada y un hombre complaciente, quizá este arroyo de sed incendiada sea lo único a lo que pueda aspirar.
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/No quiero volver al lugar donde los hombres valientes lloran.
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7 comentarios:
Ceremonia del interior, un título muy ajustado para esa imagen que me quedo: "como lo hacen las manos de las ancianas bajo el delantal", sí, me ha encantado esa imagen.
joder como te olvidas de la gente.
y la verdad no sé que referencia darte para que te acuerdes, amigo de rami, intro, cuando pasó de lo de akua y luego las fiestas de naves del marqués.
a cuidarse
Snif...
Lo de ordenarte el cabello me ha matado.
Demasiadas heridas... suenan las campanas, pero ¿por qué?
Un beso muy fuerte, mi niña
Los hombres valientes lloran en cualquier parte.
Yo mismo, sin ir más lejos, podría echarme a llorar en este comentario, pero no quiero hacerme pasar por más valiente que cualquier otro.
¡Suerte con las oposiciones!
P.D.: por lo que he ido pudiendo aprender en esta vida, el amor es algo mucho más profundo que el complacerse el uno a la otra y la otra al uno.
Hola Bárbara,
Te escribo a modo de "hola, soy...". Soy Álvaro, el hermano de Berta, preciosa chiquitina que usaste para pintar las calles y kioskos. Nos vimos algun día en el bar del infierno pero desde entonces nada y ,bueno, di el paso a probar con esto y por eso vengo a veros a ti y a tu poesía, a quienes creo llegaría a confundir por lo personal e íntima que me parece.
En los tiempos más mozos te leía donde podía y hay versos como "cómo explicarle a mis manos
que nunca curarán la carne de los hombres" o "te lucho cerrando los ojos" que tengo clavados con tinta de años como versos de un Panero o un Pavese...
En fin, que hola y que nos vemos por aquí.
Un abrazo,
Álvaro.
Te mereces lo que te propongas, sólo por reconocerte de una forma tan bella.
Un saludo
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