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La palabra es una carcasa. Gloriosa carcasa, pero nada
más. Lo importante es mirar con honestidad el nervio, ser con honestidad el
nervio, y temblar a los pies de la desesperanza como un niño tiembla a los pies
de la vida.
Yo he mentido. Me he mentido. Me he dejado guiar por la belleza creyendo que sólo a través de la belleza encontraría la verdad, pero sucede justo lo contrario: sólo a través de la verdad se es capaz de encontrar la belleza, una belleza honesta, desnuda, descorazonadora; la belleza de la soledad que se guarda y se porta y se es, y duele, duele tanto. Siempre pensé que hablaba con honestidad, pero ahora me doy cuenta de que tenía una rosa en la garganta, asfixiándome, y yo quería ser esa rosa, y era tan grande ese deseo que me llenaba la boca de plumas, y miraba la pena pero escribía la rosa, todo-era-rosa, y la suciedad se ensordecía, y ya todo gravitaba adormecido, tan bello, tan de otro.
Yo he mentido. Me he mentido. Me he dejado guiar por la belleza creyendo que sólo a través de la belleza encontraría la verdad, pero sucede justo lo contrario: sólo a través de la verdad se es capaz de encontrar la belleza, una belleza honesta, desnuda, descorazonadora; la belleza de la soledad que se guarda y se porta y se es, y duele, duele tanto. Siempre pensé que hablaba con honestidad, pero ahora me doy cuenta de que tenía una rosa en la garganta, asfixiándome, y yo quería ser esa rosa, y era tan grande ese deseo que me llenaba la boca de plumas, y miraba la pena pero escribía la rosa, todo-era-rosa, y la suciedad se ensordecía, y ya todo gravitaba adormecido, tan bello, tan de otro.
Buscaba la arquitectura exacta, la perfecta bóveda incendiándose con la elección precisa de los verbos, pero eso
era pura distracción, trayectoria, oficio inabarcable que me libraba de mirar
con humildad la vida, y sentir asco, y llorarla.
He vivido aturdida, he envuelto mi
voz entre almohadones y la he golpeado desde un rincón de la vergüenza. Y nadie
lo ha escuchado. Yo no lo he escuchado.
Yo no me he permitido escuchar.
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foto: bárbara butragueño 2013
foto: bárbara butragueño 2013
7 comentarios:
Difícilmente alguien te escuche, por eso, tratá de escucharte a vos misma, claro. Somos, demasiado islas, demasiado encerrados en nosotros, y el otro, nada. Un abrazo.
Bueno...no es tan importante que nos escuchen como tener voz propia y combinarla bien con el silencio. Y el pensamiento ajeno al ruido y cerca de la luz, la de lo que encontramos sin buscar. Me gusta que habites dos lugares. Hay que habitar mil lugares. Los nuestros, los de los que se nos parecen, incluso de los diferentes.
Y descubrir cielos e infiernos en este camino a Itaca que no tiene final, es senda y estancia. Supongo que lo que hacías y lo que haces no es tan distinto. Hay unas señas de identidad que no cambian con los pasos. Solo se acrecientan para aumentar en la cualidad de los descubrimientos.
Si hay varios naufragios es porque ha habido diversas travesías. Te queda mucho para el naufragio final, así que sonríe y mira el gran océano, los grandes oceános, como un campo de conocimiento donde no siempre se gana. Pero siempre se vive. Y esa es la única victoria posible. Vivir y aprender, aprender a vivir.
Islas sin remedio. Islas que no siempre quieren ser islas.
Gracias, Cuervo.
Un abrazo *
Emilio, gracias por tus palabras. "Si hay varios naufragios es porque ha habido diversas travesías". Me encanta. Un abrazo.
Hay que tener cuidado con las rosa, que tienen muchas espinas, y pueden acabar con todo. Si te distes cuenta, ya es mucho, podras escuchar, y permitir que escuchen !
Saludos
Sospecho el camino a través de la percepción. Imagina una poesía perceptiva, perceptiva para ti; como maiéutica, autoevocativa. Al final, el reconocimiento o admiración de lo que se es que la poesía o el arte o el ser humano siempre ha contenido. No encuentro nada más veraz que lo que yo mismo siento, aunque la trascendencia no esté en lo veraz, sino en lo sentido. Me doy cuenta de que también soy lo que intuyo, lo que veo o lo que escribo. Para mí no hay mentira posible, solo sedentarismo propio de gente cansada.
Descansar, observar y catalizar la realidad en versos que otros y uno mismo observen y catalicen en descanso. Un plan poco propio del lugar en que vivimos.
Vivir aturdido es una forma de resistir.
Quizá por eso necesitamos escribir. Por que de esta forma nos alejamos un poco de la verdad que duele en la garganta, dejándola en las teclas o el papel.
Me ha encantado descubrirte.
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